Pucela Express

Entre las múltiples ventajas que tiene viajar como yo lo hago está el que, si no eres una persona muy cuadriculada y te gusta hacer locuras, un martes llamas x tlf a tu colega camionero, te dice donde está, te recoge el miércoles y el viernes estás en casa. Es improvisación, emoción, nerviosismo, prisas, sorpresa, aventura… ¡lo tiene todo!

Resulta que esta semana del 2 al 9 tuve vacaciones de “Toussaint” y en principio no pensaba volver a casa pero hay veces que se me cruza el cable y me encanta seguir estos impulsos irracionales. Quedé con J.Pedro en un área de servicio de mala muerte “Aire Bois de Potets” en la autovía A-36 a 40Km de Dijon.

-¿A qué hora?
- Te llamo cuando salga de Sochaux, y tienes 2 horas para llegar

- ¡Fabuloso!- La incertidumbre me dispara la adrenalina, jeje. Rafa se ofreció a llevarme en coche hasta allí (como agradecimiento le llevaré su tele y su dvd =) ) . Pasé todo el miércoles esperando que mi móvil sonase. ¡Qué tensión! Finalmente, como no sonó (era de preveer) decidimos Rafa y yo ir hasta el Área y abandonarme allí a mi suerte. Si me daban las doce, empezaba a helar, no me había llamado J. Pedro, aún no me habían violado, y tampoco me habían secuestrado unos lituanos para vender mis órganos entonces, y solo entonces, debería llamar a Rafa para que volviese a rescatarme =).

Hicimos un poco el inmigrante ilegal, saltando vallas y cruzando campos para entrar en la via de servicio con tal de no pagar el peaje, jeje. Una vez arrojado en tan tenebroso lugar y en lo que esperaba la anhelada llamada, también tuve tiempo para hacerme un poco el bohemio leyendo un libro bajo la sombra de los arboles… que bonito!

Pasadas unas 3 horas fui recogido justo cuando una manada de lobos hambrientos y un oso pardo se jugaban a los chinos como repartirme… jaja, venga no! Pero hacía un frio q pelaba y estaba anocheciendo. Ahí comenzó otro viaje en camión en el que ya me inicié en el oficio descargando y cargando coches, jeje.

Después de dos días de viaje, con paradas en Madrid y Palencia incluidas, llegué a mi casa y como no había avisado a nadie, la sorpresa fue mayúscula. Como podéis imaginar hubo alguna lagrimilla que otra, pero sobre todo sonrisas, muchas sonrisas. Sólo por la cantidad de sonrisas y la alegría que he generado con este viaje relámpago ha merecido la pena semejante paliza.

El viaje de vuelta también fue otra aventura con nuevos conductores, por supuesto, pero eso es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.