He olvidado decir que aún no se han despertado porque sus viajes de ayer fueron bastante largos. Ella pasó el día entre aeropuertos, aviones y autocares para llegar desde España… y él… bueno, él lo tuvo más fácil, tan solo tuvo que coger un tren directo desde su ciudad. Ambos se reencontraron en la estación de buses, fue bastante emotivo, tenían muchas cosas que contarse.
No es la primera vez que van a hacer esto, y, a buen seguro, tampoco la última… pero esta vez será distinta a todas las demás. Quieren disfrutar de cada momento intensamente y perder la noción del tiempo, no tienen prisa y tienen claro que desean “sentir” París.
Esa Torre(de un tal Eiffel), que conocen desde que tienen uso de razón, de la que saben casi todo, que la han visto miles de veces en fotos, reportajes, noticias, películas… tantas formas diferentes y jamás en primera persona, es su auténtica prioridad. Quieren que sea un momento mágico y han decidido que su primera visión sea desde Trocadero. Salen del metro, se acercan, doblan el edificio y… y…
no articulan palabra alguna… ¿alguna lagrimilla en los ojos de él?… bah! debe ser el viento que hace… la miran perplejos… no dan crédito a lo que ven…
Tiene el corazón a cien y, boquiabierto, tan solo acierta a decir -¡Es impresionante! –
-¡Qué boniiiita!- se le escapa a ella visiblemente emocionada y con los ojos muy muy brillantes.
Ahora sí que ya se miran el uno al otro y aún con la respiración entrecortada solo alcanzan a sonreír nerviosamente y decir algún vano adjetivo que el viento se encarga de silenciar.
Una vez pasada la primera impresión, dan rienda suelta a su alegría contenida, risas, comentarios, bromas, festival de fotos y horas muertas junto a SU Torre. ¿Acaso alguien no lo haría si pudiera? Pues ellos han decidido que se puede.
Y es que estos chicos se organizan muy bien, han tenido tiempo para todo; se han colado en el rascacielos de Montparnasse para echar un ojo a las vistas desde el restaurante del último piso, en lugar de dar de comer a las palomas como hace todo el mundo, han dado de comer a unos punkis moribundos en los Campos de Marte, han visto como el Barça y el Madrid jugaban el segundo partido del siglo de este año en un pub situado en el barrio latino y no han dejado pasar la oportunidad de curiosear por los alrededores del Moulin Rouge. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, subieron a la Torre, SU Torre, por las escaleras. Allí dentro, trastearon todo lo que quisieron y más, e incluso les sobró tiempo antes de ver el espectáculo de luces, para discutir y enfadarse en francés con una agente de seguridad que les había perdido sus cuchillos.
Y es que, París estos días ha vivido con un brillo diferente, una luz de otro color, aunque nadie se diese cuenta se trataba de algo casi mágico. Ahora ya se está apagando, vuelven la oscuridad y las tormentas, yo quiero creer que era la mirada cargada de ilusión de estos dos jóvenes que la daba vitalidad y la hacía especial… La ciudad espera que vuelvan pronto... y ellos también.
Por cierto, ahora recuerdo, -¿podrían llamarse Raquel y Joni?-
eres un autentico poeta, Bulería!!
ResponderEliminary ya que estoy te putearé un poco: la Torre Eiffel es bastante cutre!! para mi es un mero símbolo. eso si, me alegro de que Cucurrú y tu la disfrutaseis. volvere a Paris en Enero. alguna recomendacion especial?? bueno, tendre que ir a ver Montmartre.
por cierto, fuisteis a Versalles??
y para cuando algun relato erótico en tu blog?? tanto romanticismo... te estas volviendo un poco blando, no crees??
Este lobo tiene cojones!!
ResponderEliminarCon lo bonito que ha sido... hasta se me ha puesto un nudo en la garganta, ja,ja. Por cierto, que podías haber dicho lo que hiciste en la Torre:) que no todo fue color de rosa, de hecho creo que salió algo más oscuro,ja,ja.
Desde luego que hay que vivirlo, al menos una vez en cada vida:D